Una misionera que ha trabajado en Haití durante más de 26 años dice que le entristece presenciar lo que está sucediendo en el país caribeño.
La poderosa banda 400 Mawozo secuestró recientemente a 17 misioneros, incluido un canadiense, exigiendo rescates que van desde unos pocos cientos hasta más de un millón de dólares.
Sólo entre enero y agosto de este año se denunciaron a las autoridades haitianas más de 300 casos de secuestro.
Karen Hoxter de Springdale estableció una misión cristiana interdenominacional y una escuela en Haití que actualmente educa a unos 400 niños.
Tuvo que irse de Haití con su hijo adoptivo hace más de un año para que él pudiera beneficiarse de los servicios de salud canadienses, pero no pudieron regresar después de ser advertidos de la gravedad del asunto.
Hexter lamenta que el Haití que conocía y amaba ya no existe.
«Mi corazón está ahí», dice Huxter, «quiero estar ahí, y todas las lágrimas que he adjuntado no ayudan».
Admitió con nostalgia: «El país que yo conocía no está allí».
Dice que las cosas se pusieron tan mal que las pandillas controlan las carreteras.
Ella cree que la única forma en que podrá regresar a la misión es tomar un helicóptero desde Puerto Príncipe, pero le han informado que incluso eso sería muy peligroso.